Alimentos que te ayudan a prevenir enfermedades en invierno
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Millones de microorganismos pueblan nuestro aparato digestivo. Se trata de la flora intestinal, un ecosistema de bacterias beneficiosas para nuestra salud que es importante tener equilibrado también cuando se practica deporte.
La flora intestinal, también conocida como microbiota intestinal, tiene importantes funciones dentro de nuestro organismo. Ayuda a la digestión y a la absorción y síntesis de muchos nutrientes, ejerce de barrera para que no proliferen otras bacterias que pueden causar infecciones y tiene un papel primordial para un correcto funcionamiento de nuestras defensas.
‘Se sabe que la salud intestinal está relacionada con el sistema inmunitario, aunque los mecanismos fisiológicos no están del todo claros y se sigue investigando en ellos. Lo que sí se puede decir es que un desequilibrio en la flora intestinal supone un mayor riesgo de lesiones y de contraer diferentes enfermedades, especialmente después de periodos intensos de entrenamiento o tras una competición”. Juana Maria Gonzalez, nutricionista.
Muchos factores dañan y desequilibran este ecosistema. Dietas ricas en cereales, carbohidratos refinados y azúcares, fomentan el crecimiento de patógenos como el hongo cándida que se come a nuestra flora. Las dietas hiperproteicas reducen el PH del tracto digestivo y esto desequilibra nuestra fauna microbiana. Los pesticidas y herbicidas presentes en los vegetales, así como el agua clorada y fluorada también ejercen un efecto negativo. Muchos fármacos de uso y abuso muy común, a menudo sin prescripción médica, como los antibióticos, arrasan la flora bacteriana, reduciendo la barrera protectora frente el crecimiento de bacterias patógenas resistentes que causan diarrea.
Cuando una flora intestinal queda perjudicada después de entrenamientos o prácticas deportivas muy intensas y con mucho desgaste, hay varios síntomas que avisan a la persona de que algo puede estar funcionando incorrectamente. Las señales más evidentes suelen ser:
En los deportistas se suman una serie de condiciones que empeoran todavía más su ecosistema:
Durante el ejercicio de larga duración la mucosa que recubre el tracto digestivo queda seriamente comprometida y eso no solo es causa de todo el compendio de molestias digestivas que a menudo nos acompañan, sino también del daño de la barrera inmunitaria lo que nos expone a contraer infecciones, sobre todo respiratorias. Pero, aunque parezca que nuestro entrañable ejército microbiano esté en riesgo de extinción, que no cunda el pánico. Los alimentos y suplementos probióticos pueden subsanar la situación y salvarnos de una catástrofe en nuestro ecosistema.
Los probióticos son microorganismos vivos que, suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped o el que los consume. Se encuentran en suplementos o naturalmente en alimentos como los lácteos fermentados, el yogur, el kefir, algunas verduras como la col, coliflor y alimentos a base de soja como el miso. También existen los prebióticos que no son microorganismos vivos, pero si alimentos que fomentan el crecimiento de la flora como ciertas fibras vegetales.
Los probióticos podrían afectar positivamente al rendimiento deportivo a través de una mejora de las funciones digestiva e inmunológica del intestino, disminuyendo el riesgo de molestias gastrointestinales, infecciones y proporcionando una mejor recuperación.
Los probióticos tienen muchos efectos beneficiosos para toda la población, más allá del deporte, entre los que destacan:
Efectos neuropsicológicos (Psicobióticos): La ciencia he demostrado que el mal humor, el estrés y ansiedad están muy relacionados con la salud gastrointestinal. En un estudio se combinaron lactobacillus y bifidobacterium; para ver sus efectos en animales y seres humanos. En las personas mejoraron las sensaciones psicológicas, además de disminuir el cortisol en sangre, una de las hormonas del estrés. Otro estudio realizado en mujeres sanas, sin alteraciones psicológicas ni intestinales, que tomaron durante semanas una leche fermentada con bifidobacterias observó, mediante una resonancia magnética, cambios en la actividad cerebral en aquellas regiones que modulan emociones y sensaciones.
Un concepto que puede ayudarnos a entender porqué los probióticos tienen efectos neuropsicológicos es el del Intestino como “segundo cerebro”.
Por surrealista que pueda parecer, tenemos un segundo cerebro oculto en nuestras entrañas con autonomía propia y que interacciona constantemente con su colega más noble, el cerebro de la cabeza. En todas las culturas antiguas y modernas se ha tenido la conciencia popular de que nuestras tripas son la diana de nuestras emociones y que en ellas se focalizan los síntomas que acompañan a las emociones buenas y malas. La hora antes de una competición no paras de visitar el baño, de hecho hay una cola interminable porqué todos los atletas están como tú. Cuando estás enamorado, sientes mariposas en el estómago. El estrés te encoge o cierra el estómago. La repulsión te produce náuseas, etc. La ciencia empieza a tener explicaciones para este compendio de sensaciones viscerales.
A muchos les parecerá ciencia ficción tener un segundo cerebro en el intestino pero en esta afirmación hay mucha ciencia y ninguna ficción. El tubo digestivo está tapizado por más de 100 millones de células nerviosas, casi las mismas que hay en la médula espinal, estructura que, junto al cerebro craneal, forma el sistema nervioso central. Hasta hace poco se pensaba que el tubo digestivo era un tubo hueco con reflejos regulados por el sistema nervioso periférico y el autónomo, que es el que regula las funciones orgánicas que no controlamos voluntariamente como la respiración, digestión, etc.
Este segundo cerebro o Sistema nervioso entérico es en realidad una unidad anatómica única, con autonomía propia que abarca desde el esófago hasta el ano y que, al igual que el que tenemos en la cabeza, produce neurotransmisores que influyen en el estado anímico, como la serotonina y dopamina, opiáceos o endorfinas que modulan el dolor y benzodiacepinas que son compuestos químicos que tienen el mismo efecto tranquilizante que el Valium de las farmacias. Y lo que da mucho que pensar es el hecho de que se produce más serotonina en el intestino que en la cabeza, el 90% frente al 10%.
Este eje de interconexión entre ambos cerebros, craneal-intestinal, ayuda a comprender tanto el efecto y poder de la flora microbiana sobre nuestra conducta y estado anímico como las sensaciones viscerales que se asocian a las emociones. A partir de ahora, cuando estés en la cola del baño por enésima vez antes de enfundarte el neopreno o cuando sientas mariposas en el estómago frente a él o ella, piensa que es tu segundo cerebro que te está contando lo que te pasa a su manera.
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